Triángulos amorosos
Esta muestra está definida, en principio, por dos esquemas triangulares.
Uno, formado por las tres
disciplinas que combina, es decir la pintura, el dibujo y la escultura.
El otro, por las tres ciudades que
vincula, Barcelona (lugar en el que vive), Bucaramanga (lugar en el que
expone) y Mendoza (lugar en
el que nació).
Triángulo 1
Si bien son tres disciplinas diferentes, en todas puede intuirse una
idea de sistematicidad, subyacente
en cada obra y también en el conjunto que constituye cada una de las
series. Las imágenes permiten
fantasear con un azar, una idea vaga de accidente técnico o de
automatismo. Pero la similitud entre
ellas y la coherencia del conjunto evidencian un principio que se repite
y se desarrolla, como una
obsesión. La pregunta interesante tal vez sea cuál es el origen de ese
gesto libre, descuidado, que se
repite muchas veces y que termina constituyendo una paradoja.
En el conjunto de pinturas se puede percibir una serie de constantes que
van desde la paleta hasta la
forma en que las manchas se distribuyen por la superficie. Marrones,
anaranjados y azules que varían
todo el tiempo sin perder la armonía que los emparenta. Hay una
regularidad azarosa. La materia se
desliza por el soporte y se entremezcla, se diluye, se ensucia. Al
final, el artista realiza unas sutiles
intervenciones tal vez con la sola intención de apropiarse de ese
accidente.
En los dibujos, en cambio, la regularidad se hace más evidente. Pero
continúa siendo un orden
imperfecto que organiza el recorrido que las líneas hacen. Se acumulan
hasta formar tramas o se
alinean como un pentagrama. Pero no son sólo líneas, guardan un secreto,
porque son palabras o
caligramas. Aparece la escritura aprovechada desde la visualidad, como
lo hacen los chinos. Produce
así un cruce entre lo que se ve y lo que está escrito. Habrá que leer
esas palabras para descubrir qué
dicen y espiar qué poesía motiva al artista.
En las esculturas hay una reminiscencia constructiva que se vale de la
precariedad como expresión. La
madera, un material ancestral, manipulado con herramientas y saberes
mínimos. Pórticos, arcos,
tótems, juguetes, todos aparecen vagamente, y entre medio algunos
objetos reconocibles. Otra vez el
artista, además de ordenarlos, los interviene con un grafismo primitivo,
quemado, y deja así un rastro
más fehaciente de su autoría. Son el resultado de un constructivismo
primitivista.
Cuál será el concepto que agrupe todas estas obras. Voy a aventurar uno:
la percepción de las mismas
es conjetural, debido a la indefinición de sus referencias. Otro: la
organización de la imagen se
emparenta con la música en su estructura, es decir, constantes y
variaciones infinitas; y con la poesía
en la interpretación posible de significados. Otro más: transmiten una
información altamente sensible
Triángulo 2
Voy a hacer una digresión para aportar una mirada extramuros sobre la
obra de Caruso. Tengo la
intención de observar y contextualizar su obra desde una perspectiva de
lugar de pertenencia (o no
pertenencia). Entonces, la pregunta es qué resulta de un artista nacido
y formado en Mendoza, que
actualmente reside en Barcelona y que muestra su obra en Bucaramanga.
Qué hay debajo de esa
triangulación que vincula lugares de origen, residencia o tránsito. Hay
un rastro al menos de una
tradición del arte argentino o latinoamericano o hay una
transculturación a rajatablas. Caruso elige no
pensarse desde un territorio o campo. Define su inquietud como “la idea
de lo humano que tenemos
todos, la universalidad”.
El problema aquí es que yo entiendo el arte justamente desde esa
perspectiva, desde la definición de
territorio. Fuimos compañeros en la universidad, por eso estoy
escribiendo estas palabras. Él eligió
viajar por el mundo, yo me quedé en Mendoza. Él enclavó raíces mínimas,
como las de las frutillas en
los diferentes lugares por los que pasó, y yo largas como las de los
álamos.
“De océanos y desiertos”, que es el nombre que le puso a esta
exposición, es un binomio, no un
triángulo como yo lo veo. Ambos términos denominan fenómenos de la
geografía, genéricos,
uniformes e inmensos. Tienen, además, un correlato visual con las obras
de Caruso: los colores, los
recorridos que se materializan en los mapas, las texturas. Y, de paso,
dejan traslucir una idea de arte
sin lugar. Océanos y desiertos, todos y ninguno. Yo pienso que “océanos”
es el mar que cruzó cuando
se fue y “desiertos” el lugar donde nació. Tal vez la obra reflexione
sin quererlo sobre la pertenencia
distorsionada que dejan a su paso las migraciones. Tal vez aparezcan los
paisajes de Mendoza, sus
montañas, su diáfano cielo, sus ríos, sus noches. Tal vez, también, la
precariedad de las ventanas de su
barrio, de las puertas de su casa de la calle Espejo. Todo mezclado con
la arbitrariedad con la que
mezclan las cosas los recuerdos.
Mis últimas conjeturas. Quizás esta muestra es una metáfora del regreso,
o una vuelta al primer amor,
o un viaje al pasado, o una búsqueda inconsciente de pertenencia.
Probablemente sea como él dice “se
juntó el deseo con la posibilidad”, afirmación que le aporta un
componente también de azar a esta
circunstancia. Vuelvo a la palabra azar y repito que hay una lógica
debajo de ella: un triángulo
amoroso.
Caruso tiene un blog que se llama “remoalsur” (me lo apuntó Agustín).
Laura Valdivieso
Artista, docente y crítica de arte.
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