La palabra que se guarda
La palabra que un ser humano guarda como de su misma sustancia, aunque la aprendiera o la formara él mismo un día. La que no se dice porque el decirla la desdeciría también al darla como nueva o al enunciarla, como si pudiera pasar; la palabra que no puede convertirse en pasado y para la que no se cuenta con el futuro, la que se ha unido con el ser.
Y se presiente, y aun se la ve, como profetizada en algunas criaturas no humanas, en algunos animales que parecen llevar consigo una palabra que al morir están al borde de dar a entender. Y también en la quietud inigualada de las bestias que miran el sol como si fueran sus guardianes, imágenes que el arte ha perpetuado en la avenida del templo de Delos, por ejemplo.
Y en el firmamento, algunas constelaciones o luceros sólo parecen guardar alguna palabra y custodiar por ella, con ella, la inmensidad inconcebible de los espacios interestelares, los vacíos y oquedades del universo, vigías del Verbo.
Mas en los seres humanos que guardan esa su palabra no se la ve, pasa inadvertida, como suele ser también para ellos, al menos como palabra, pués que ha llegado a asistirles como una lámpara que por sí sola se enciende o que está siempre encendida sin combustión.
Quizá sea el secreto que esclarece ciertas humanas presencias mientras viven y que se desprende de algunas legendarias figuras (legendarias aunque pertenezcan al lecho de la historia)y que algunos, y algunos poetas, constructores de arte y pensamiento, han dejado guardado también en su obra, que aparece dotada de una inacabable y más clara vida que aquellas otras que no la contienen.
La palabra que permanece inviolada en el delirio, por arrollador que sea, de quien teniéndola entra a delirar sin fin.
La palabra que no se petrifica en el espanto, y a partir de la cual el hablar se deshiela. Y que sigue orientando en el ser del que ha entrado en la noche de su mente.
Suele ser esta palabra que no se pierde un nombre.Un nombre que pudo ser dicho un día, mas que al guardarse ya irrepetible ha ido recogiendo las notas del nombre único. O puede ser un sí o un no, dado y olvidado ya, mas que subsiste, guiando al ser que lo guarda aún sin saber; una palabra que a todo suceso transciende.
María Zambrano
La palabra que un ser humano guarda como de su misma sustancia, aunque la aprendiera o la formara él mismo un día. La que no se dice porque el decirla la desdeciría también al darla como nueva o al enunciarla, como si pudiera pasar; la palabra que no puede convertirse en pasado y para la que no se cuenta con el futuro, la que se ha unido con el ser.
Y se presiente, y aun se la ve, como profetizada en algunas criaturas no humanas, en algunos animales que parecen llevar consigo una palabra que al morir están al borde de dar a entender. Y también en la quietud inigualada de las bestias que miran el sol como si fueran sus guardianes, imágenes que el arte ha perpetuado en la avenida del templo de Delos, por ejemplo.
Y en el firmamento, algunas constelaciones o luceros sólo parecen guardar alguna palabra y custodiar por ella, con ella, la inmensidad inconcebible de los espacios interestelares, los vacíos y oquedades del universo, vigías del Verbo.
Mas en los seres humanos que guardan esa su palabra no se la ve, pasa inadvertida, como suele ser también para ellos, al menos como palabra, pués que ha llegado a asistirles como una lámpara que por sí sola se enciende o que está siempre encendida sin combustión.
Quizá sea el secreto que esclarece ciertas humanas presencias mientras viven y que se desprende de algunas legendarias figuras (legendarias aunque pertenezcan al lecho de la historia)y que algunos, y algunos poetas, constructores de arte y pensamiento, han dejado guardado también en su obra, que aparece dotada de una inacabable y más clara vida que aquellas otras que no la contienen.
La palabra que permanece inviolada en el delirio, por arrollador que sea, de quien teniéndola entra a delirar sin fin.
La palabra que no se petrifica en el espanto, y a partir de la cual el hablar se deshiela. Y que sigue orientando en el ser del que ha entrado en la noche de su mente.
Suele ser esta palabra que no se pierde un nombre.Un nombre que pudo ser dicho un día, mas que al guardarse ya irrepetible ha ido recogiendo las notas del nombre único. O puede ser un sí o un no, dado y olvidado ya, mas que subsiste, guiando al ser que lo guarda aún sin saber; una palabra que a todo suceso transciende.
María Zambrano
Comentarios